En 1951 Joshua Lederberg y
su colaborador Zinder estaban investigando en Salmonella la posible existencia
de un sistema de conjugación al estilo del que se acababa de descubrir en su
pariente Escherichia coli. Mezclaron dos cepas de Salmonella, cada una con un
juego distinto de marcadores genéticos. (Eureka! Obtuvieron recombinantes.
Descartaron que se tratara de transformación, ya que los resultados eran
similares si añadían DNAsa al sistema. Entonces, ¿era un fenómeno de
conjugación? Realizaron el experimento del tubo en “U”, con una membrana
separando los dos brazos de la U, en cada uno de los cuales se colocaba una de
las cepas. La membrana impide el paso de bacterias y los contactos
intercelulares directos entre las dos cepas. Pues bien... seguía habiendo
recombinantes. Esto descartaba, pues, que se tratara de conjugación. Se postuló
que debía de existir un “agente filtrable” resistente a las nucleasas,
responsable último de la transferencia genética.
La transducción
especializada con el fago l permitió los primeros aislamientos (“clonaciones”)
de genes in vivo, pero por supuesto, desde mediados de los años 70 la clonación
de genes se realiza ya con métodos de ADN recombinante (ingeniería genética).
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